En La letra escarlata de Roland Joffé, Demi Moore interpreta a Hester Prynne, una mujer avanzada a su tiempo –la puritana Nueva Inglaterra de principios del siglo XVII–, que pierde a su esposo en un viaje por el océano. Entonces, Hester inicia un romance con el pastor de la colonia, el personaje al que da vida Gary Oldman. Cuando apenas ha pasado un año desde su viudedad, se queda embarazada de él. Ante la perplejidad de los colones ingleses, Hester se niega a confesar la identidad del padre, porque sería un escándalo aún mayor, y la jerarquía puritana la condena a llevar una A cosida en su ropa como señal de adulterio.

Cuatro siglos han pasado entre el personaje creado por el novelista Nathaniel Hawthorne y las mujeres del siglo XXI. Sin embargo, nosotras también llevamos inscrita en nuestro atuendo una letra escarlata a la hora de buscar trabajo, una vez aterrizamos en la tercera década de nuestra vida, aunque por unas circunstancias ligeramente distintas. No importa el estado civil, ni un currículum brillante, ni una vocación al celibato, ni una ligadura de trompas, ni un vientre plano, ni una carrera profesional envidiable. Las mujeres en edad de parir no son de fiar, son peligrosas. En cualquier momento pueden quedarse embarazadas, pedir la baja y poner a su hijo en el número uno de su orden de prioridades.

¿Por qué escoger a una mujer en edad de parir cuando puedo elegir a un hombre sin asumir riesgos? El empresario se mueve en un terreno seguro con un candidato masculino. Éste puede tener mala pata, caerse por las escaleras y no poder moverse en cuatro meses, pero el número de probabilidades es infinitamente menor. Por una baja por paternidad, en cambio, nunca hay que preocuparse. En un país tan abierto como España –en el que se permite el matrimonio gay– los hombres se avergüenzan de ello, se sienten unos rara avis y además no les gusta que les hagan mobbing en la empresa y que su compañero sin hijos pueda escalar más que ellos.

Las leyes y la Constitución recogen eso de que no se puede discriminar por edad, sexo, orientación sexual, creencias religiosas… pero uno de los grandes logros de la crisis es que todavía se puede discriminar más. Un profesional de recursos humanos puede elegir a un hombre, con un carrerón, con un MBA, que habla con soltura cuatro idiomas, adicto al trabajo, esclavo de su jefe, lameculos y a un precio irrisorio si se tiene en cuenta su formación. ¿Quién es el idiota que coge a una mujer?

Por supuesto, que hay mujeres que se aprovechan de leyes a su favor por la maternidad, yo conozco alguna, pero por unas cuantas no generalicemos. También conozco a muchas más que no encuentran trabajo y en la entrevista les dicen sin tapujos el por qué – esa letra escarlata de la maternidad – y otras viven agobiadas a quedarse en estado por miedo a las represalias. Las que seguimos solteras, sin hijos a la vista, también vivimos con esa letra escarlata inherente a nosotras por nuestra condición de mujer una vez cumplimos los 30. Ahora soy una mujer peligrosa y de poco fiar.

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