Viajar cuando eres treintañera hoy

Nuestras abuelas flipan con la capacidad de movernos por el mundo, nosotros, los de la generación millenial. En sus años mozos viajar era territorio exclusivo de la jet set, quienes se subían a un avión con elegantes azafatas que, con una imperturbable sonrisa en sus bocas, les servían la comida y una copa de Möet Chandon.

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Los tiempos han cambiado y las treintañeras de hoy somos mujeres independientes con ganas de descubrir el mundo, pero sin un duro. Desafiantes con la precariedad laboral que nos ha tocado vivir, no renunciamos a viajar y a empaparnos del arte y de la cultura que se encuentra a dos horas de casa en un vuelo low cost.

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Aunque nuestras abuelas estén orgullosas de sus niñas porque creen que somos la jet set del siglo XXI, es decir, una it girl / influencer de nuestra época. La realidad es que debemos tomar ciertas medidas si no queremos encontrarnos con sustos como números rojos el día 5 del mes. Aquí algunas de ellas:


1. Nada de caprichos en los destinos.
Tu viaje es fruto de Waynabox y dejas que el destino te sorprenda; o de la oferta del último momento y te vas con los bártulos puestos – es lo que tiene no tener ataduras- o estás día sí y día también consultando las ofertas de los buscadores.

2. El avión no es como los de Velvet o las películas de Hollywood. No te sirven ni Moet Chandon, ni comida, ni bebida y tu asiento es la cuarta parte de los de antaño. Si te mueres de sed tendrás que comprar un botellín de agua que te costará mínimo 3 euros. Así que mejor aguantarse y no ser una blandengue.

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3. En temas culinarios nunca abandonas el fast food. Creías que a los 30 podrías ir a los restaurantes que recomiendan en las revistas de lifestyle – ¿quién debe de ir allí?- pero la realidad es que sigues comiendo en el McDonalds porque los precios son prohibitivos para una mileurista a la baja. Sí que te vas a tomar una copa o vas un restaurante más chic por la noche – sin postre y vigilando mucho con el vino- para marcar cierta diferencia con los 20. Los 30 son los nuevos 20 pero no nos pasemos.

4. Pases Vip. En los museos sigues intentando colar el carnet de estudiante de la academia de inglés, del master on-line que cursaste hace dos años, el de la universidad o del club Super 3 para que te hagan un descuento. En mi caso rentabilizo mi cuota anual del Colegio de Periodistas.

5. El medio de transporte por excelencia es la pata. Con la excusa de pisar el asfalto para impregnarse del modus vivendi de la ciudad, no coges un taxi ni por asomo. ¿Quieren que me gaste lo mismo que con mi billete de avión para ir a la vuelta de la esquina? En casos extremis, como cuando no te orientas o está en la otra punta de una gran ciudad, bajas al metro. Nunca realizas más de 10 viajes porque ciudades como Londres incluso el tube es no apto para barcelonesas miembras del precariado.

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6. Rentabilizas la coca cola de media tarde. Extenuada te sientas en un bar para descansar, te conectas al wifi porque llevas más de cuatro horas sin saber qué pasa en el submundo virtual y casi te da un ataque de ansiedad y después te vas al baño para hacer tus necesidades.

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Abuelas, siento decepcionaros pero nuestros viajes son más bien como el de Frances Ha a París y no el de Carrie Bradshaw o la instagramer de turno durante la Semana de la Moda de París. A pesar de todo, nos encanta tener la oportunidad de ir más allá de nuestras fronteras y disfrutar de un fin de semana de imprevisto en buena compañía.

P.D. Si quieres puedes seguir a una treintañera sin blanca en Instagram y ver algún viaje low cost (tampoco es muy a menudo, aviso).

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Especialista en montar películas

Un simple comentario puede desatar en mi imaginación un relato maravilloso, ideal de la muerte, que sólo sucede en la imaginación y en las producciones de Hollywood.