¿Con quién tiene que vivir una treintañera?

Desde pequeñas nos enseñan que vivimos en una democracia donde somos libres de hacer lo que nos venga en gana, siempre que no interfiramos en la libertad del prójimo. Nadie nos tiene que decir cómo vestir, aunque sigamos a rajatabla la moda o las propuestas de Zara; ni qué comer, aunque nos inspiremos en las recetas de Masterchef; ni qué deporte practicar, aunque nos decantemos por el mismo de nuestros amigos; ni en qué locales ir, aunque obedezcamos religiosamente las recomendaciones del Time Out.

Vivimos las pautas que nuestra sociedad nos ha impuesto como ha pasado toda la vida. Una treintañera de los años 50 se escandalizaría con nuestras costumbres y nosotras con las de la época dorada del New look de Dior. Por ejemplo, ¿a alguna de nosotras nos parece hoy medio normal que una mujer treintañera tuviera que pedir permiso a su marido o su padre o su hermano para abrir una cuenta corriente?

NewLookDior_IsaPiBlog

En siglo XXI (según las pautas sociales), una treintañera ya debería vivir en pareja, en cambio, en los años 50, supongo que debería hacerlo con su marido y como mínimo dos hijos. Ahora los hijos pueden esperar (en cambio en Islandia o en Arabia Saudí no es así y por cuestiones antagónicas), pero demuestra la fuerza y el peso de la convenciones sociales. Y normalmente los motivos no radican en la libertad individual del hombre sino en las necesidades de la sociedad (capitalista, en nuestro caso). Una pareja sin hijos gasta mucho más en pijadas, viajes y ocio que una con niños y una mujer de baja maternal es una carga para la empresa y el estado.

Todas estas reflexiones me han venido a la cabeza con mi reciente mudanza. ¡No sabéis cuántos sentimientos puede remover algo tan odioso como cambiarse de hogar, además de cansarte muchísimos y tener agujetas en sitios insospechados durante toda una semana! Para empezar descubres ropa que ni te acordabas que tenías, fotos que dan miedo (entiendes por qué las tenías escondidas) y el almacenamiento de cosas inútiles en cada rincón de la casa es una constante.

LolaVersusOrdenador_IsaPiBlog

Cada caja que montaba con mis cosas era como envolver parte de mis vivencias y mis recuerdos. ¡Cuántas experiencias vivimos y guardamos en nuestro interior pero también en los objetos que nos rodean diariamente! ¡Cada vez que me paraba a pensar en las mil situaciones que he vivido en esas paredes tenía ganas de llorar! Me emocioné cuando vi dos cartas de un amigo y de una amiga que me habían dejado en sus respectivas bodas. La primera decía que había sido su mejor amiga en la universidad y que mi sonrisa no tenía precio y la otra decía que gracias a mí (y a una de las múltiples fiestas que había montado en mi ex piso) había conocido a su marido y ahora padre de su hija.

De repente, pensé que por las pautas vitales o sociales (ya no sé qué pensar) quizá tenía que estar haciendo las maletas para ir a vivir con un chico (y a los 20 años así lo hubiera imaginado) y no para continuar en mi perenne situación de compartir piso por mi condición de soltera. Lo de ir a vivir sola ni me lo planteo, esto sí que es algo imposible a menos de que no sea una caja de cerillas. Aunque ahora la hada madrina Ada Colau supongo que va a poner una solución, pero mientras vivo como muchos mileuristas treintañeros solteros en una gran ciudad.

SaveTheDate_IsaPiBlog

Entre bolsas y cajas pensé en la película Save the date. La protagonista tiene novio y tiene que dejar su piso, porque su compañera se va y ella no puede hacerse cargo de él (si no recuerdo mal). El novio y todo el mundo se empeñan en que es la ocasión perfecta para que se vaya a vivir con él, pero ella no lo ve claro. Prefiere ir a otro piso y todo el mundo la machaca por ser una decisión que no se amolda a lo socialmente aceptado. No sólo las solteras sentimos este tipo de presiones.

Ahora mismo no puedo pasar por la zona de mi ex piso, los sentimientos de pena afloran en mí. Sin embargo, cada vez estoy más contenta con mi nuevo hogar. Es más grande, con más luz, es un piso del Eixample con esos ascensores antiguos y techos altos y tengo una terraza arriba (compartida con los vecinos) que parece una maravilla. Comparto piso (y no con mi pareja), pero no me importa, me gusta la compañía y así tampoco me convierto en una solterona cuadriculada. Y, de momento, las películas de Jaume Balagueró ubicadas en mi nuevo barrio – Rec o Mientras duermes- parecen ciencia ficción y así lo espero.

6 Comments

  1. 9 junio, 2015  09:10 by Juan Carlos Garrido

    Una mudanza es como ir al psicoanalista, pero más cansado: remover recuerdos que ni sabías que tenías y enfrentarte a todo el peso del pasado.
    Enhorabuena por el blog y la nueva casa.

  2. 9 junio, 2015  10:23 by Kalizse

    Al ver esto me acabo de acordar de que tengo que ver mientras duermes :3 Lo de las convenciones sociales es gracioso, todos queremos romperlas pero al final el 95% acabamos cayendo en ellas.

    ¡Disfruta de tu nuevo piso!

  3. 9 junio, 2015  14:38 by Isa Pi

    Muy buena síntesis! Muchas gracias!!!!

  4. 9 junio, 2015  14:38 by Isa Pi

    Gracias! A mi me gustó mucho Mientras duermes pero ahora no sé si volverla a ver... Si en el fondo somos un producto de nuestra sociedad!!!!

  5. 13 junio, 2015  12:10 by MMC

    Muy buen post Isa Pi!!! En mayor o menor medida, a todos nos cuesta remover algunas partes del pasado pero no podemos anclarnos en eso. Es parte de la vida aprender a enfrentarse a ello, mirar lo positivo de los cambios, tratar de adaptarse y disfrutar de lo bueno. Muchos nuevos rincones de tu nuevo barrio por descubrir!!!

  6. 13 junio, 2015  12:35 by Isa Pi

    Muchas gracias Maria! Tienes toda la razón! Hay que mirar siempre hacia adelante!!! Falta mucho por descubrir! Un abrazo

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